Nunca pensó Sor María
la polvareda que iba a levantar su fallecimiento. Muchas emociones encontradas
por parte de la opinión pública, de su Orden religiosa, de sus familiares, de las
madres de los bebés robados y de miembros de la justicia, entre otros.
Y qué sienten
realmente: ¿dolor o alivio?
Puede parecer contradictorio que las madres a quienes separó
de sus hijos en el momento del parto sientan dolor. Sí es una triste noticia para ellas, porque
todavía su angustia se incrementa al creer que con su muerte la verdad quedará
silenciada. A esta mujeres, es lógico que les hubiese gustado verla juzgada y
saber el porqué de su actuación.
JUSTICIA
Con ella desaparece la responsabilidad penal que pudiera
tener de los tres procedimientos penales abiertos en tres juzgados diferentes.
La mayoría podemos pensar que se ha llevado consigo el secreto de los niños
robados y su paradero. Pero cabe preguntarse,
¿operaba sola Sor María o pertenecería a una red organizada de tráfico
de niños?
Tanto la Fiscalía como las acusaciones pueden continuar con
la investigación y solicitar al Juez la práctica de nuevas diligencias que
permitan la imputación de otras personas.
De todas formas, aunque se agotara la vía penal siempre quedaría abierta
la vía civil y la posible exigencia de responsabilidades a terceros que
pudieran estar implicados.
SUS GESTOS
El naturalista inglés y padre de la teoría de la evolución,
Charles Darwin, apunta que el origen de las emociones hay que rastrearlo en los
gestos y actitudes más primitivas. Su carácter visionario e intuitivo, le
hicieron ver con claridad en el siglo XIX lo que 200 años más tarde sería una
evidencia, que la comunicación no verbal está ligada a la zona emocional del
cerebro. Por eso los gestos no mienten.
La Comunicación No Verbal de Sor María, tras analizar vídeos
de televisión, hablan de una mujer con
doble personalidad. Una cara obedecía a una persona sumisa y traumatizada y la
otra a una déspota, resentida, que operaba con seguridad, posiblemente por
cumplir órdenes de “un ser superior”. Ahora dejemos actuar a la justicia divina
y a la humana.
Sara Dobarro
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